La semana pasada no, esta, tuvimos la oportunidad de practicar ultimate en la clase de Educación Física.
Antes de todo quiero que quede clara una cosa: no practicamos ultimate los dos días, el primero lo dedicamos a familiarizarnos con el frisbee para posteriormente, el segundo día, poder llevar a cabo unos partidillos. No practicar antes con el frisbee sería como intentar jugar a la petanca sin saber que es una esfera, que son las distancias, los colores, las leyes físicas que rigen nuestro universo (el logos) y la gente. Vale, tal vez haya exagerado un poco, pero eso no quita que sea necesario saber manejar un poco el disco.
Ahora toca intentar explicar con el conocimiento que me ha sido otorgado (no mucho, por cierto) sobre cómo se juega al ultimate, brevemente: dos equipos formados por siete integrantes (en nuestro caso eramos solo cuatro) se enfrentan en el campo con el objetivo de pasar el frisbee a un compañero que esté dentro de un área donde se puntúa al atrapar allí el frisbee. Sería el equivalente a la portería en fútbol. Quien tiene el frisbee, no puede moverse (aunque nosotros pusimos la norma de que podía dar como máximo dos pasos), pero sí pivotar y, según nuestras normas, podría ostentar el título de Señor/Señora del Frisbee (llamémosle así ¿por qué no? ¡Mucho más divertido!) durante cinco segundos antes de pasarlo o perderlo (aunque cuando yo he jugado otras veces eran como máximo diez segundos). Esos segundos solo pueden ser contados por quien cubre al Señor/Señora del Frisbee, quien solo puede ser cubierto o cubierta por una sola persona a la vez. El frisbee pasará al equipo contrario cuando esté sea interceptado por el equipo contrario o el equipo que lo posea lo pierda al errar un pase o hacer alguna falta.
(Ahora es cuando el tostón que os he dado, os estoy dando y os daré, sigue; y ahora en forma de opinión personal, lo que lo hace aún peor al ser obra mía).
Yo ya había jugado al ultimate tres o cuatro veces antes de hacerlo en Educación Física, aunque con carencias como falta de jugadores o falta de un terreno de juego apropiado, aunque eso no quita que hubiese pasado un tiempo carlomagnífico. Me ha hecho mucha ilusión practicarlo, pues normalmente en Educación Física no hacemos deportes que, al menos a priori, me gusten; pero el ultimate ha sido la excepción de este curso, y probablemente de todos los demás cursos. Además ha sido una experiencia nueva para entablar relaciones entre compañeras y compañeros, pues durante los partidinos (¡y los descansos! Todo sea dicho) nos hemos entendido bien, o al menos eso creo. La única pega que se me ocurre en estos momentos es que solo lo hayamos podido practicar dos día, y fijaos que clase de pega es que ni si quiera es una pega absoluta, pues, tal vez, practicarlo a estas alturas del año fuese algo mortal.
En conclusión: aunque sea un deporte que cansa, y mucho, os lo recomiendo probar a todos y todas, o al menos seguir practicándolo.
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